domingo, 26 de agosto de 2012

''DANTE Y REINA'' DE CÉSAR AIRA

Por: Armando Alzamora

 
La historia se divide en diez capítulos. Reina, una mosca minusválida, va a comprar vino para Sixto Zumbido, su padre alcohólico, un personaje peculiar obsesionado con fundar una revista que reúna escultores de vanguardia: ¡Hay que hacer algo por el arte! Mientras Reina deambula, en medio de un basural oscuro, es arrastrada por un perro rengo hacia un rincón y es ultrajada. Los ruegos de la pobre no son atendidos por el ansioso violador que se apresura en cometer su crimen. En un momento confuso, la mosca siente que el cuerpo caliente del perro se separa de ella abruptamente; inmediatamente una mano amiga la socorre. Un perro la rescata del temible violador y huyen de la escena. El héroe canino la acompaña hasta su casa en donde explica a los padres de lo sucedido. La familia acoge al salvador llamado Dante y se encariñan con él. Tiempo después, el perro pide la mano de Reina. Se unen en medio de unas nupcias pomposas.

Pasan 20 años, los esposos trabajan duro para subsistir entregando ''faxes'' de puerta en puerta en la extraña ciudad de Buenos Aires. Reina está cansada de tanta monotonía, siente un vacío espiritual que no puede explicarse. En cierta ocasión, mientras trabajaba, cae desmayada. Reina vuelve a la casa y sube a la azotea. Desde ahí, sentada en su silla de ruedas, contempla el atardecer, enmudecida, tratando de responderse tantas preguntas. Entonces tiene una visión: ve a su esposo acercándose a ella, sonriéndole y rengueando. Su descubrimiento la sorprende. Da la vuelta y ve que su esposo ha llegado a casa. Lo ve cojeando, preocupado, queriendo averiguar por su salud. Reina lo encara acusándolo de violación. Dante niega el crimen, se indigna, pero no puede evitar el accidente: Reina, al querer apartarse, cae del techo hacia la calle y la dan por muerta. Por suerte es rescatada por un grupo de feministas que solía visitarla para darle charlas sobre igualdad de género.

Ya a salvo, denuncia a su esposo como el presunto violador del basural. El descargo que da Dante de lo sucedido es más que fabuloso: ''Yo era una joven ambicioso. Quería fundar una revista que se llamara la Ciencia de la Realidad. Un día un vidente, que no fue otro que Sixto Zumbido, descubrió en mí un futuro de escultor, pero un futuro lejano, más allá de las reencarnaciones que esperaban al miserable perro de la calle que yo era. Para llegar a ser escultor debía pasar por todas las muertes de la evolución, en ascenso. En el estadio en que me encontraba, bastaba con una buena acción, una minúscula buena acción: salvar d euna violación a una mosca. ¿Pero dónde encontrar, en los laberintos de la realidad, una mosca en trance de ser violada? Yo quería ser un ingeniero d ela realidad, pero encontrar agujas perdidas en un pajar era demasiado para mí. Así que fabriqué la ocasión yo mismo, como un artista. ¿Cuál es mi culpa?'' (p. 86). De esta  manera, tragica e irónicamente, se entrelazan las culpabilidades de ambos personajes: padre y esposo como artífices de la desgracia de Reina.

La novela termina con un capítulo extrañísimo y alegórico titulado ''Más allá de la evolución'', en donde se relata brevemente el encuentro de dos revistas, muchos siglos después, en algún lugar del universo: ¡Hay que hacer algo por el arte! y La ciencia de la Realidad.

Tal es la historia de Dante y Reina, novela experimental de César Aira publicada por la Editorial Mansalva. El estilo, lírico y fragmentario, destila rastros de Juan Emar, dotando de un mayor extrañamiento al relato que poco a poco se va hundiendo en una atmósfera de ensueño. El texto viene acompañado de unas acuarelas de Max Cachimba, reconocido artista argentino. Una lectura recomendable que nos permitirá acercarnos a las innovadoras propuestas de Aira.

César Aira. Dante y Reina. Editorial Mansalva. Buenos Aires: 2009. 91 pp.

SOBRE NUESTRA GENERACIÓN Y EL CONTEXTO DE SU PRODUCCIÓN


Por: Armando Alzamora y David Pérez-Garland


Nuestro contexto nos obliga a escapar, a rechazarlo como estipulación hegemónica, a postular en su reemplazo la instauración de renovados ‘’paraísos artificiales’’* que alberguen nuestra libertad (¿el sueño de Fourier late distante?). No hay más qué decir: nuestro contexto, malamente, no nos asombra. Puede entenderse ahora con justificación la experimentación narcótica, el sublime impulso de la psicodelia en los lenguajes artísticos, la insospechada mediación de los procesos sugestivos entre el territorio de lo real y lo inventado. Las fronteras son líneas invisibles custodiadas por débiles torres de cristal y espuma (¿quién propició su institución?). Su respectiva abolición es tarea permanente del artista, pues él posee el libre tránsito en la ontología de las cosas: despertar de un lado, bajo la sujeción habitual de la normalidad; y del otro, en el éxtasis ritual de la teúrgia. Pero su libertad debe expurgarse del espíritu posmoderno: hay un valor, un riesgo, un motivo: lo artístico.

Nuestra generación –si es posible enunciar su existencia- es tema complejo. Ver, por ejemplo, los absurdos debates donde se polemiza inútilmente sobre quién de nuestros contemporáneos posee ya una poética particular, como si sólo bastara con las obras de esa primera juventud para incluir a un artista dentro de esa cansina clasificación que llamamos ‘’generación’’. Pues rechazamos tal categoría en los modos en que se viene planteando y afirmamos no formar parte de generación alguna. Nuestro ‘’espíritu de época’’ no proviene del momento específico de la sincronía, es más bien un cúmulo lineal de experiencias, es la suma de esas emociones que despiertan inquietudes auténticas y cuya finitud es incierta. Por eso creemos, más que en el hacer, en el pensar, es decir, desarrollar un sentir egoísta.

Hemos hecho hincapié en la cualidad diacrónica del espíritu artístico libre, individual, acéntrico, atemporal. Un artista en la plenitud de su conciencia no puede declararse dentro o de un contexto social específico o de una complejidad histórica abrumante, porque el arte trasciende aquello con lo que convive, lo transmite y lo moldea (al punto acaso de desfigurarlo o revolucionarlo), y finalmente lo abandona cuando su significado llega a la fragmentación y se dispersa. Entonces debemos declararnos fuera del sistema, proclamar la autonomía del artista, renunciar si es posible a nuestra condición de ciudadanos –trágica atadura de tantos creadores, de Ovidio a Villon, de Sade a Thoureau- y actuar desde los márgenes.

Pero esa libertad no es precisamente un molde, sino una actitud. De esa mala lectura, por ejemplo, la viva ignorancia con la que ciertos artistas imberbes nos acusan de ‘’elitistas enclaustrados en nuestra torre de marfil’’. Se da porque no han comprendido que el egoísmo no se asocia con estética alguna, sino con una ideología contrahegemónica que defiende únicamente la individualidad y de la cual, por consiguiente, surgen múltiples estéticas.

Vallejo –‘’terrícola mayor’’, como lo llama el camarada Boceli- nos enseña que únicamente en una sociedad socialista puede surgir (el mal entendido) l'art pour l'art. Y, como artista, podría deducirse que la Sociedad Socialista era su meta. Sin embargo, ¿hemos visto en Vallejo un solo verso comprado? Hacia ahí va el egoismo: un arte revolucionario por sí solo. Pero, “ay del camino”, preguntamos: ¿tenemos que contentarnos y moldearnos?, ¿hacer, ver alrededor, desde una torre de marfil de una Babel de mil cabezas? No. Hablamos desde una ética, precisamente desde una ética como la entendía y profesaba Bajtin, responsabilizándonos de nuestra deuda, latente hasta en la manera de andar. Ética responsable, política desde el sentido aristotélico, actitud. Lo demás podrá decirlo la historia (¿pero qué historia?).

Vallejo también nos enseña que el artista comprometido** debe crear una sensibilidad nueva, y bajo esa responsabilidad iremos a dar en la diana. Ello nos recuerda a un principio samurái: ‘’Anda a la pelea con el solo objetivo de pelear de la forma más bella, la victoria vendrá por añadidura’’.

Imagínense un campo minado por doquier. Pero imagínense que las personas que inmersas en dicho territorio se han vuelto inmunes al dolor de las explosiones y caminan libremente sin importar cómo se desbaratan. Ahora imaginen que de esas minas, en vez de surgir ráfagas y esquirlas, surge una gran cantidad de mierda. Pues ése es nuestro contexto. Y esa gente es la ‘’generación’’. ¿Podemos admitir sin más que compartimos la actitud de nuestros contemporáneos? Un artista como Onetti, gozne de dos tradiciones aparentemente antagónicas, podía jactarse con mucha razón de no ser parte ni del Regionalismo ni del Boom. Jamás fue parte de la ‘’mierda’’: no hablamos del talento que bien pudieron tener autores reaccionarios o mediáticos, sino de esa búsqueda enfermiza de la estabilidad ideal para el ejercicio literario (producto de la incursión política o la ‘’profesionalización’’*** ) que gozaron muchos autores tales como Darío, Gallegos, Asturias, Carpentier, Vargas Llosa, Fuentes, entre otros. Por eso su provocadora afirmación resuena, ahora, implacable: ‘’Yo escribo solamente’’. ¿Dónde, entonces, los compromisos, las resignaciones? ¿Qué la littérature engagée sino una redundancia sobre algo que de por sí revoluciona? Eso, Onetti lo entendió a la perfección, razón por la que jamás precisó una abierta militancia. Su posterior rescate y reconocimiento no es otra cosa que la consecuencia inercial de una comprensión profunda, vasta e infinita de una labor innegociable.

Decir a estas alturas que el egoísmo no responde a las necesidades actuales (que no respondió a las pasadas ni responderá a las futuras) es una tonta necedad barata de aspiraciones populistas. Si el pueblo los escucha, los comprende y los aclama como artistas comprometidos, lleven pues su arte a todos los rincones y báñense de gloria; nosotros, mientras tanto, sólo gastaremos nuestras energías en crear. Y lo demás… podrá llegar acaso por añadidura.

Lima, 22 de Agosto de 2012.



*Respecto a este libro, compartimos esta cita reveladora en la que Baudelaire expone su confrontación de lo real conlo imaginario, y su respectiva valoración: ‘’La sensatez nos dice que las cosas de la Tierra bien poco existen, y que la verdadera realidad sólo está en los sueños".

**¡Qué hermoso sentido da Vallejo a este adjetivo, tan lejos de su uso vulgar!


***Usamos aquí el significado que le da Ángel Rama al término, en el sentido de ‘’escritores a sueldo’’. Ver ‘’El boom en perspectiva’’, en Escritura. Teoría y crítica literaria. Nro 7, Enero-Junio 1979.