lunes, 25 de febrero de 2008

Alfredo Castellanos

Desconsiderada edad


Desconsiderada edad. Negadora cruel de oraciones. Hurtadora fatal, inconmovible, de los últimos tonos de la cadencia fugitiva del último bronce.
Campana ida ya con los ecos nunca más repetidos. Fatigada búsqueda en los espaciosos rincones de la tragedia onírica. Sólo cadáveres de canciones, escurridizas y juguetonas, en los torpes dedos del tiempo que por apretar poco lo abarcaron todo. Melancolía campana vigilante en lo alto de un símbolo de fe. Rumorosa campana que desataba golondrinas sobre la armonnía inútil de la tarde, que nos indicaba, desde el recodo insomne de la obligación, la hora del retorno al inexplicable calor familiar; el regreso a la vigilia con los labios apretados de calor familiar; el regreso a la vigilia con los labios apretados de canciones y el alma fatigada de imágenes delebles.Campana perdida: cuántas veces a la sombra de tu edad comprendimos lo falso que resultaba arrogar el sentimiento al mismo estanque profundo y egoísta; con nuestras manos vacías, mundana, comprendimos que había ago inalcanzable para nuestra razón, hecha de aterradas raíces subterráneas. Badajo sabio y rotundo: a tus espaldas, nuestra edad se sumó a la edad insincera de los hombres. Por ti, sabor inquieto en la mentira diaria; por ti, angustia viva en el viaje del ensueño; por ti, acompañamiento ordenado hacia el primer lugar de la nada y el último hartazgo de la muerte; por ti, todo. Hacia ti; nosotros. De ti y de tu voz, el peso hondo de siglos extinguidos. Campana mútiple: Ficción hecha recuerdo en el vacío con acústica reflexiva de tu bronce, ingenuidad avergonzada en los zapatos menudos de nuestro falsos dolores infantiles; ahora, insepultos y descarnados ane el límite exacto de la verdad, nuestros pies, rígidos hacia el norte de la nada; desapavoridos antes el abismo de nuestro si-la-ba-rio de hombres y de tierra. Campana de bronce: te busqué en los recuerdos sencillos de la infancia prestamente anochecida. Te buscamos todos queriéndote resucitar al tercer día entre los nombres de las cosas muertas para que tú, en único milagro inaceptable, te elevaras hasta la altura consternada de nuestro silencio. Hicimos ronda para hallarte, cogidos de las manos dimo vueltas por el mundo con la esperanza estúpida de tocar el círculo de tu voz intocable. También la luna se fatigó sobre nuestra búsqueda pero todo fue en vano: no te alcanzó nuestra fe que tenía poco de inocente y sí mucho de anciana. Después, cuando la última lamentación se hizo pupila abierta antes nuestra soledad de abandonos, aprendimosa callar comprendiendo que sólo en el silencio te hallaríamos. Campana perdida: vamos hacia ti y tú, muy lentamente quizá, vienes hacia nosotros... Desconsiderada edad. Negadora cruel de nuestras oraciones...

Extraído:"Relatos Fantásticos ", Alfredo Castellanos, Editorial San Marcos, Lima, 2006